HEMEN IZENBURUA

Estábamos supercontentos de poder atrapar algún ladrón, sobre todo si ese ladrón traficaba en el mercado negro. María estaba más centrada en apuntarla, por si acaso, según ella. José estaba revisándolas porque no se lo creía. Y yo estaba dando gritos y corriendo a contárselo a la tía, a Luis y a Antonio, por walkie. 

  • ¡En serio! ¡Es increíble! – Todos estaban diciéndome lo mismo: ¡Qué guay! ¡Es increíble! ¡En serio! Y cosas así, la verdad es que me esperaba una reacción de tipo: ¡¿Cómo las habéis conseguido?! O cosas así. 

Todo el mundo estaba como loco. Pero había algo que no me cuadraba. Solo había cuatro personas: Sofía, Luis, José y yo. Faltaba María. Antes de alarmar a nadie se lo dije a José: 

  • Hola, perdona, pero ¿no te parece que falta tu compañera? 

  • Sí, me ha dicho que deberíamos ir yéndonos, el zoo está a punto de abrir. No sé tú, pero yo no deseo alarmar a nadie, ni que llamen a más policías. 

  • ¿Y por qué no nos ha avisado a nosotros? 

  • Porque se ha tenido que ir corriendo, decía que el ladrón estaba saliendo de la ciudad. 

  • Ah, ¿y sabes dónde está ahora? 

  • Me ha dicho que iba hacia el norte, porque el ladrón iba en esa dirección. 

  • Pues hay que seguirle, ¡rápido! 

  • Solo hay un problema, se ha llevado el coche en el que hemos venido aquí. 

  • Pero no el de mis tíos, Sofía y yo podemos ayudar a María y Antonio, Luis y tú os quedáis vigilar y decirnos por dónde han ido, ¿tenemos alguna manera de contactar con tu compañera? 

  • Sí, busca en Internet, eh… ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Busca maría/García/*fernandez.com, siempre se actualiza su ubicación allí. 

  • Perfecto voy. 

Busqué aquel extraño nombre y me encontré con una página web muy bien decorada, tenía el fondo verde y unas burbujitas. Allí ponía que estaba moviéndose hacia el sur de la ciudad. Era muy raro, se lo enseñe a José. Él puso la misma cara de sorpresa que yo y no pude evitar reírme, era graciosa. 

  • Vale, hay varias explicaciones que podrían explicarlo, que la web falle, que es muy improbable porque nunca ha fallado o que María me haya engañado para detener ella sola al ladrón y llevarse el mérito de vuestra noche en vela. – Marco especialmente el “vuestra”, parecía que él lo hubiese hecho alguna vez. 

  • Dudo que sea así, ¿no? 

  • No, María por lo menos, no es de esas. Le conozco de toda la vida. 

  • Vale, – No me apetecía ponerme a hablar de nuestras vidas, quería atrapar al ladrón. – llamo a mi tía y los chicos os quedáis aquí. 

Y, sin dejarle tiempo para responder, me fui corriendo en la dirección en la que estaba mi tía, nada más encontrarla se lo expliqué todo y sin perder tiempo, nos subimos al coche. La persecución no había hecho más que empezar. 

Yo no era la única emocionada por la persecución, Sofía estaba que no se lo creía. Se notaba que quería sacar provecho de su noche en vela, por ejemplo, encerrando a tres ladrones en vez de dos, ya que el tres era su número de la suerte. El mío era el cuatro. Había pensado en preguntarle sobre Luis, pero estaba tan emocionada que no quise ponerla triste. En vez de eso me dediqué a guiarle. 

  • Según la web se dirige hacia las afueras, a un edificio abandonado. – Le guié yo. 

  • Ya sé cuál es, yo antes vivía por aquí y le llamábamos “La Casa Prohibida”. Sería una buena base para los ladrones, nadie nunca entra ahí. Dicen que cada vez que entra alguien vive un año menos. 

  • Pues entonces los ladrones van a vivir muy poco si realmente es su base. – Bromeé, queriendo echarme unas risas. 

  • Sí – Fue su respuesta. La verdad es que estaba casi tronchándose, era gracioso. 

Unos diez minutos después llegamos a la supuesta base de los ladrones. En la web ponía que María no se había movido de allí. Parecía la típica casa abandonada de las pelis, vieja, mal pintada y descuidada, si no fuera porque esta no se caía a trozos. No se veían lámparas ni cristales en las ventanas, parecía que nadie había entrado allí desde hace, por lo menos, 100 años, De no ser que un círculo de luz se movía por allí. Seguramente estaba proyectado por una linterna. 

En una de las ventanas vimos al secuestrador que nos condujo hasta donde escondían al tío. Detrás de él se encontraban más de 50 personas, y entre ellas María. Decidimos entrar y espiar. Si María había conseguido camuflarse, nosotras también. En aquel cuarto también había niños, de más o menos mi edad, por tanto, no nos descubrirían. 

No había nadie vigilando la puerta y, además, estaba abierta, por lo que lo primero nos costó más bien poco. El interior estaba mucho mejor que la parte de fuera. Tenía un papel pintado precioso, pero apagado y gastado con los años. No nos costó encontrar la habitación de lo que parecía una fiesta. Hacían tanto ruido que Antonio, con el oído tan agudo que tiene, lo estaría escuchando desde el zoo. Lo que más me sorprendió fue lo que escuché y vi al entrar. 

– Ja, ja, ja, ja. ¡Deberíais haberles visto, cómo se lo han tragado! – La que hablaba era María, la policía. Justo a ella dos leonas inconscientes. ¡Las dos leonas del zoo! No quería creerme lo que estaba viendo. – Hasta José. Que mira que parecía que estaba a puntito. – Todo ello lo decía entre risa y risa. – ¡Y la niña! Nagore creo que se llamaba. Esa sí que es un peligro. No me daba tregua, me ha hecho más preguntas que en un interrogatorio. Si alguien me hubiese descubierto, habría sido ella. Quizás en el futuro puede ser de los nuestros. 

Entonces a mi tía se le ocurrió un plan. Un plan de los suyos. 

– Vale mira esto es lo que haremos. Las leonas están en el lado opuesto de las ventanas, ¿no? Pues, mira, tú vas a bajar a bajo y vas a tirar estos petardos que me acabo de encontrar en el bolsillo. Mientras están todos distraídos mirando por la ventana, yo cogeré a las leonas y me iré. Una vez tengamos las leonas nos subimos al coche y nos vamos al zoo a devolverlas. ¿OK? 

– Si, claro, pero el tío dijo que siempre iban armados, no me dispararan, ¿verdad? 

– Tranquila. Me he fijado y nadie en este salón lleva la más mínima pistola encima. 

– Entendido, voy. – Y sin esperar respuesta me fui corriendo. 

– ¡Ten cuidado! 

Una vez hube bajado, busqué la parte de la casa con las ventanas encendidas. Una vez encontrada pensé que si María me veía me reconocería y todos quedarían distraídos. Entonces, en vez de gastar los petardos, me puse a gritar tan fuerte como me dieron los pulmones.  

– ¡Eh, María! 

La primera en asomarse fue María. Dijo algo que yo no pude entender y luego el resto de la fiesta sin excepción estaba asomada a la ventana. Bueno, una excepción había, mi tía. Yo seguí gritando.  

– ¡Voy a llamar a la policía, a la auténtica policía! – Cada vez que alguien hacía el amago de irse yo tiraba un petardo. – ¡No te saldrás con la tuya! – Lo decía tan alto como podía. – ¡Ni tú ni el resto! – Esto lo dije señalando a todos los participantes de la fiesta. 

– Niña tonta, ¿a quién crees tú que vas a engañar? Mejor dicho, ¿a quién crees tú que van a creer, a una niña sola y desorientada, o a cincuenta adultos? – Cuando dijo eso me fijé a ver si mi tía había bajado ya, para poder responderle, y, por suerte, así era. 

– Pero no estoy sola, ha venido mi tía conmigo. 

– ¿Solo ella? – Lo dijo en tono burlón, como si quisiera que hubiese alguien más. 

– No, mi tía y dos leonas inconscientes robadas por una banda de traficantes en un zoo, ¿Os suenan de algo? – En ese momento todos se giraron, y yo aproveché para correr al coche con Sofía delante a unos pocos metros. 

– ¡Malditas, # # # # #! –  

Nos montamos en el coche muy contentas, ¡lo habíamos logrado! Y, además de eso, les habíamos dejado a los ladrones estupefactos. Mi tía pisaba el acelerador para ir más rápido, y para que no nos siguiesen. Fuimos directas al zoo, no nos dio tiempo ni a ocurrírsenos llamar a la policía. Aunque, lo cierto era, que allí ya había uno. Cuando llegamos, eran las 7:00 de la mañana, el zoo abriría dentro de una hora, así que hasta entonces nos dedicamos a celebrarlo. 

A las 7:30, entraron dos personas: los dueños del zoo. Son de Parques Unidos. Los conozco desde el día que me quede allí 5 horas después del cierre, ¡Hasta la 1 de la madrugada! En casa, me cayó una bronca interesante, pero en el zoo, a los dueños, les caí genial por el interés que mostraba hacia los animales que tenían en el zoo, y hasta me dieron permiso para quedarme todas las noches que quisiera, eso sí, solo dos horas, hasta las 22. 

 Al ver a tantas personas en su zoo antes de abrir y sus dos leonas inconscientes, se sorprendieron mucho. 

Les explicamos lo que pasó y, como era de esperar, no nos creyeron. José tuvo que estar casi cinco minutos para convencerles, y, aun así, el tío les tuvo que enseñar las grabaciones de seguridad. Al fin, cedieron y quedamos en que no se lo contaríamos a nadie, a cambio de ayudarles a abrir el zoo. Yo estaba encantada, lo malo era que mi tía estaba bastante perdida y también tuve que ayudarla a ella. Sabía que nos habían pedido esto como una especie de castigo, pero no entendía por qué se nos había impuesto, si no habíamos hecho nada malo. 

El caso es que, con nuestra ayuda, el zoo estaba listo para abrir a las 7:55, bastante puntual. Yo insistí en que abriésemos ya el zoo, pues ya había gente en la cola, pero ellos dijeron que era mejor esperar a que se despertaran las leonas. Por desgracia, para las 8:00 las leonas seguían dormidas, por tanto, se inventaron la excusa de que ese día tenían revisión veterinaria. Como parecieron no darle importancia, lo dejamos estar. Y después de todo esto, por fin volví a casa con mis tíos. Todos deseábamos lo mismo, que se acabara de una vez la noche para poder dormir. Busque en mi bolsillo y saque las barritas que me quedaban y pude fingir que había pasado la noche durmiendo, pero que como tuve pesadillas, quería dormir en mi cama. Por suerte mis padres no parecían sospechar, por tanto, el plan había sido todo un éxito. 

Al día siguiente, lo primero que hice fue asegurarme de que en los periódicos no pusiera nada de la velada de anoche. Miré todas las páginas y todos los titulares, y me asusté un poco al ver que entre los últimos aparecía lo siguiente: 

INTENTO DE ROBO EN EL ZOO MADRILEÑO. 

LOS PROPIETARIOS AFIRMAN QUE GRAN PARTE DE LA BANDA CRIMINAL SIGUE SUELTA. 

Hoy a la mañana, cuando íbamos a abrir, hemos visto a nuestras dos leonas inconscientes en su jaula y a un agente en la sala de videovigilancia, revisando las imágenes de esta noche. Nos lo ha explicado todo… 

Más o menos, es lo que ponía. Por suerte, los dueños no decían nada de nosotros, habían cumplido su parte del trato. 

 

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