Noche en vela

Capítulo 4

Pero la aventura no terminaba allí, ni mucho menos, todavía quedaba meter a los ladrones entre rejas.

Íbamos a pillar a los ladrones con las manos en la masa. Yo no sabía cuál era su plan para robar los leones, pero sí sabía cuál era el nuestro. El tío estaría en la sala de videovigilancia, la tía haría de guarda nocturna y yo, vigilaría la única entrada y salida del zoo. Pero no estaba segura de cómo iban a llevarse dos leonas de un promedio de 115kg.

Estaba barajando todas las posibilidades de entrada y salida. Lo más lógico era que entrasen y saliesen por la puerta que estaba vigilando, aunque también podían entrar por la alcantarilla por la que secuestraron a Antonio, pero dudaba mucho de que saliesen por el mismo sitio, sobre todo porque no cabrían, teniendo en cuenta que tienen una altura de 90cm y una longitud de casi metro y medio.

No se nos podían escapar. El tío se había asegurado de que las únicas entradas y salidas estuviesen controladas por sus cámaras, la tía estaría, sobre todo en la zona de los leones y yo tenía el teléfono preparado para llamar a la policía: en cuanto pisaran el zoo estarían condenados. Habíamos quedado a las 19:30 en la entrada del zoo para asegurarnos de que todo estaba listo.

Todos llegamos puntuales, bueno los tíos llegaron a y cuarto por los nervios. Los tíos habían traído un walkie-talkie para cada uno y yo comida para pasar la noche en vela. Había aprovechado el puente para convencer a mis padres de que me quedaba a dormir en casa de Antonio y Sofía. Pronto iba pillar a los secuestradores que se llevaron a mi tío y los ladrones que querían llevarse a las leonas asiáticas del zoo, y estaba superilusionada.

Y pensando todo eso y repasando el plan, nos dieron las ocho. Antes de que se fuese a la sala de videovigilancia, le pregunté si había escuchado cómo iban a entrar y salir mientras estuvo encerrado:

  • Sí, escuche que iba a entrar solo uno disfrazado de guarda nocturno, por la puerta que tienes que vigilar tú, pero no sé quién va a robarlas ni qué apariencia tiene, así que, si ves a un hombre vestido de guarda nocturno, llama de inmediato a la policía. Pero no sé si seguirán con ese plan o si lo habrán cambiado.
  • Pero, ¿qué pasara si nuestro plan no funciona?
  • Pues, que no meteremos a los malhechores entre rejas y, quizás, robarán a las leonas, pero dudo mucho de que pasen ninguna de esas dos cosas.
  • Entendido.
  • Venga, pero si no quieres que roben esas leonas que tanto te gustan, tendrás que avisarnos a la primera persona que entre, tenga pinta sospechosa o no.

El plan ya lo conocía y me lo habían explicado los dos, pero lo que me molestaba fue que me lo explicaran como a una niña pequeña, que yo no era. Era muy molesto. Ya sabía que me había tocado la parte fácil, lo más difícil era aguantar despierta hasta que el zoo reabriese sus puertas el lunes, pero de eso a que me hablasen con aquel tono tan infantil, había una enorme diferencia. Y ahí, tras aquel pequeño enfadito mío, nos preparamos para la noche más larga de nuestra vida.

Enseguida llegó la noche, y con ella el cierre del zoo. Pronto el cielo se fue oscureciendo, el sol se escondió y dio paso a una preciosa luna llena. El cielo estaba despejado, no había ni rastro de las nubes que cubrían el cielo hacía tan solo unas horas, y miles de millones de estrellas cubrían el cielo en aquel momento. En realidad, solo se distinguían puntitos de luz, pero todos juntos formaban un espectáculo precioso. Pero no podía distraerme con el cielo, tenía que cumplir una misión.

Con el gélido viento que soplaba aquella noche, tuve que traerme un buen abrigo. Los tíos no habían pensado distinto, cada uno se había traído un abrigo de esos que se llevan a esquiar, cosa que me pareció un poco exagerada, pero como Antonio y Sofía eran bastante frioleros no dije nada. En general, eran bastante bonitos: el de la tía era negro entero, aunque tenía unos pocos bordados dorados que hacían que no fuese demasiado soso y el del tío era un verde mezclado con un poco de marrón.

Cada uno se fue a su puesto y nos preparamos para puede que la noche más larga de mi vida. Y es que íbamos a estar 12 horas esperando a pillar a los ladrones. Como el zoo cierra a las 20:00 y abre a las 8:00, había tenido que coger 36 barritas energéticas. Se suponía que nos íbamos a comer una a la hora, y como el zoo permanecía cerrado 12 horas, tuve que traer 12 para cada uno de los tres, lo que da igual a 36 barritas energéticas.

No había un alma en la calle, estaba desierta. Era muy distinto a las calles que se veían desde mi ventana. Esas están llenas las veinticuatro horas del día, aunque algo menos de 20:00 a 23:00, porque ahí se empezaban a cerrar los negocios y todavía no había nadie de fiesta, aunque seguía habiendo gente dando un paseo o volviendo a casa.

  • Ojo de halcón con Búho Vigía, llamando a Búho Vigía, ¿me recibes? – me llamó de repente el tío por los walkie-talkies. Ojo de Halcón era su nombre en clave y Búho Vigía, el mío. Se había empeñado en que nos los pusiéramos, y yo le había dejado elegir el mío no sé por qué.
  • Sí, tío, te recibo.
  • Búho Vigía, te he dicho que me llames Ojo de Halcón.
  • Si, Ojo de Halcón, ¿qué tienes que decirme?
  • No, quería ver si recibías mi señal, me alegro de que funcione.
  • Eh.… podríais parar de hablar, me va a dar dolor de cabeza. – Esa era mi tía, como nombre en clave se había pedido Espía Infiltrada, estaba claro.
  • Vale, es que quería probarlos, hacía años que no los sacábamos el cajón.
  • Porque teníamos que cargarlos, limpiarlos… – Esa última palabra la dijo con asco, no quería imaginarme por qué. – Y tú no tenías ganas ni de sacarlos del cajón.
  • Tú ganas, pero ¿por qué estás en el acuario si deberías estar vigilando a las leonas? – El tío podía verlo todo por las cámaras, al parecer donde estábamos también.
  • ¡Me he perdido!
  • ¿Cómo te has podido perder, si hay una señal en cada esquina que indica dónde está cada animal?
  • No lo sé, pero guíame tú que te sabes este zoo de memoria.
  • Es que… por las cámaras es muy difícil orientarse.
  • Yo me sé el zoo de memoria también. –repliqué, molesta. A veces parecía que no era parte del plan. – Puedo guiarte.

Nagore, no sabes ni dónde estoy.

Has dicho que estabas en el acuario, no está muy lejos de donde las leonas. Escúchame. Ponte mirando a la zona de las jirafas y gira hacia la derecha.

Nagore, me voy a perder.

Ya te has perdido.

Acabó accediendo, no sin antes quejarse unas cuantas veces. Pero no tardó ni diez minutos en encontrar a las leonas. Estaba bastante sorprendida de que me hubiese acordado de todo el zoo, ¡y además, sin ver ni dónde estaba! Tantas noches haciendo los deberes habían dado sus frutos.

Pronto llegaron las 21:00, y con ellas la hora de comerse una barrita energética Como tenía hambre, me comí la barrita energética como un ratoncito para que me durara más. De momento, no había pasado nada, ni siquiera había gente cerca. Como mucho, algún que otro coche que se había perdido por las calles de las afueras, pero ni eso. Como me había pasado la tarde durmiendo, todavía no me había entrado el sueño y esperaba que no me entrase hasta media noche.

  • Antonio… Aquí no hay nadie. – dije aburrida esperando a que pasara algo.
  • Lo sé, Nagore, pero eso es bueno, si no hay ni un alma, tampoco habrá ni un secuestrador que pueda hacernos nada.
  • Ya, pero si me aburro no aguantaré despierta mucho tiempo.
  • Y, ¿qué propones? – aquello lo dijo con un tono tan infantil que me dieron ganas de tirar el walkie-talkie al suelo en ese preciso instante. – No podemos hacer nada para que vengan y, además, no pasa nada si tenemos que esperar.
  • ¡Sí que pasa! Si no vienen hoy vendrán otro día, y nosotros tendremos que esperarles, todos los días.
  • Si te aburres, habla con tu tía, que yo estoy ocupado.
  • ¿Cómo que ocupado?
  • Nada.

¡Por favor, ya os habéis puesto a discutir por los walkies! – Mi tía siempre entra en las conversaciones en el momento menos oportuno, como cuando descubro que mi tío en vez de estar atento a las cámaras está haciendo otra cosa que me acababa de proponer descubrir.

  • Vale, tía, ¿puedo hablar contigo?, es que me aburro y como el tío está ocupado no puedo hablar con él.
  • Ok, ¿de qué quieres hablar?
  • Es una cosa privada y Antonio no puede enterarse.
  • Sí, pero tu tío podrá escuchar si hablamos por los walkie-talkies.
  • Pues hablamos por teléfono.

Acto seguido le llamé. Tenía que interrogarle, tenía que saber si sabía algo de lo que estaba haciendo el tío. Sé que estaba todo el tiempo investigando, pero las investigaciones son la segunda cosa que más me gustaba, detrás de los animales. Pero no descubrí mucho, lo único que sabía la tía era que había traído una caja no muy grande de la que salían cables. Y eso me dio una pista, el tío había traído algo electrónico, pero como había tantas cosas eléctricas, era imposible sacar conclusiones.

Las 22:00 no tardaron en llegar. Me comí la barrita y me tumbé en el césped. Bueno en realidad me tumbé sobre una de las mantas que había traído por si hacia mala noche, aunque hizo bastante más calor del que me esperaba. Estuve mirando las estrellas bastante tiempo. No me sabía las constelaciones, pero las busqué en Internet y me pude entretener un rato.

A las 22:00, le siguieron las 23:00 y su barrita energética. Ya me había hartado de las estrellas así que me puse a practicar un baile de la academia a la que iba. Era bastante difícil, pero no me salía ni tan mal.

Luego llegaron las 00:00. La calle se estaba empezando a llenar de gente, y yo estaba intentando reconocer a alguien, pero no hubo suerte. Estaba tan concentrada en la gente, que se me olvidó comerme la barrita energética. Por suerte todavía no me había entrado el sueño, cosa que me extrañó porque yo no solía aguantar despierta hasta después de las 23:00.

A la 01:00 de la madrugada las calles estaban infestadas de fiesteros y de música. El ambiente se fue animando y, por segunda vez, me olvidé comerme la barrita. Era normal, la música se escuchaba perfectamente desde donde yo estaba y no pude evitar ponerme a bailar de nuevo, me lo estaba pasando bastante bien aquella noche, y lo emocionante estaba a puntito de empezar.

Alrededor de la 01:45, cuando ya había empezado la verdadera fiesta, unos limpiadores se acercaron a la entrada yo fingí no hacerles ni caso y creo que uno sonrió. Eran 2, uno llevaba en la mano izquierda una fregona, y en la derecha una escoba y el otro llevaba una especie de carrito en que, estaban el cubo de la fregona, el recogedor y un plumero, unas herramientas muy simples diría yo para limpiar un zoo enterito. Antes de llamar a mi tío, decidí descubrir un poco más, su coartada, pero discretamente.

  • Disculpen caballeros, – sé que fue un poco excesivo, pero fue lo primeo que pensé. – ¿está el zoo abierto?
  • No pequeña, el zoo está cerrado desde las 20:00 de la noche, si quieres verlo, puedes venir mañana a las 08:00 – fue el del carrito el que me respondió, el otro parecía mudo, pero su cara me sonaba de algo.
  • Oh, qué pena. Es que como vi que ustedes iban a entrar, pensé que quizás estaría abierto.
  • No, – parecía que me estaban siguiendo el juego con la educación, o algo parecido. – es que como ve somos los limpiadores del lugar y por eso íbamos a entrar.
  • Y, si ese es su trabajo, ¿por qué no vinieron cuando cerró el zoo, y no, de madrugada? – Si creían que esa cuartada les iba a valer, estaba claro que no me conocían, y aquello descartaba a bastantes habitantes de la zona.
  • Hemos tenido un pequeñísimo problema para llegar hasta aquí y no hemos podido llegar antes. – Parecían cada vez más nerviosos, y eso solo hacía que me interesasen aún más.

¿Cuál?

Nada importante, pequeña – ¿Por qué todos me llamaban pequeña o me hablaban como si lo fuese? ¡Tenía 10 años y medio, no 8!

Bueno algo importante tuvo que ser, porque para retrasarles casi 6 horas…

Sí que es verdad que nos hemos retrasado bastante, pero es un motivo privado.

Oh, lo comprendo, no pretendía ser cotilla.

Y ahí acabó nuestra conversación. Había conversado lo suficiente como para saber que no eran limpiadores, ahora, eso no decía que eran los ladrones. Llamé a mi tío inmediatamente, y le avisé de que habían entrado con una entrada, pero que antes le habían sacado todos los cables que tenía. Me pareció que suspiró, pero no estoy segura. Había suspirado, porque estaba seguro de que le iban a pedir a él que lo arreglase.

Me sorprendió bastante lo fácil que fue atraparlos. Mi tío los siguió por las cámaras y mi tía siguió su ejemplo yo no dudé ni un segundo, llame a la policía y les avise de que alguien acababa de entrar en el zoo. Me aseguró que enseguida llegarían sus compañeros y que estuviese tranquila. Decidí decírselo al tío.

  • Ojo de Halcón, ¿me recibes?
  • Si Búho Vigía, te recibo. – Parecía hasta contento de que me hubiese acordado de su nombre en clave, sobre todo porque ninguno lo habíamos utilizado en toda la noche.
  • He llamado a la policía y dice que enseguida van a venir unos agentes a investigarlo.
  • ¡En serio! Bien hecho, no se nos había ocurrido ni a tu tía ni mí, es que le estábamos persiguiendo.
  • Vale, ¿ahora que hago?
  • Pues, cuando lleguen, les explicas qué está sucediendo.
  • ¿Y qué hago mientras tanto?
  • Pensar qué les vas a decir, o algo, ¡no sé! Pero espérales, por favor. – Era como si no quisiesen que les ayudara, como si no confiaran en mí, y eso, como creo que a todo el mundo, no me gustaba nada, pero en aquel momento no quise ponerme a discutir, ni despistar al tío.
  • Está bien…

Para cuando paso todo esto ya eran las 02:30 de mañana y, la verdad, empezaba a sentir el sueño que, supuestamente, me tendría que haber entrado hace más de una hora. << ¡En serio!>> Pensé. << ¡Me tenía que entrar el sueño en, puede, que el momento más emocionante de la noche!>>. Estaba enfadadísima, porque estaba segura de que si estaba parada me entraría aún más sueño y me dormiría completamente. Por suerte, me acordé de las barritas energéticas que se me habían olvidado comer antes.

De repente, llegaron dos personas con un uniforme policial, así que entendí que era los agentes. Eran un hombre y una mujer. El hombre era el más alto de los dos, con pelo rizado y oscuro. La chica se parecía a mi madre, solo que en vez de pelirroja, era rubia. Enseguida me puse a explicarles lo que había pasado y por qué les había llamado.

  • Verán, yo estaba dando un paseo por los alrededores y vi que dos hombres entraban en el zoo, creo que se dirigían a la zona de los leones
  • ¿Qué apariencia tenían? – Esa pregunta no me gustaba nada, no sabía qué responder.
  • Parecían limpiadores, pero solo tenían una escoba y una fregona para limpiar todo el zoo, entero.- no estaba segura de si iban a entrar a mirar o de si iban a creerse que era una niña pequeña que no tiene ni idea, y por un momento recé por haber heredado el don del tío.
  • Muy bien, pequeña, gracias por tu ayuda. – ¡DEJAD DE LLAMARME PEQUEÑA!

Y entonces entraron al zoo cada uno con su linterna en la mano y me dejaron sola fuera. Tenía que grabarlo, como prueba, claro. No habían ni entrado cuando supieron que alguien había entrado sin permiso al zoo, sobre todo porque vieron la máquina destrozada. Aprovecharon a entrar por ese sitio, y yo les seguí. Luego avanzaron hasta la zona de los leones. Allí vieron algo que no se borrara de mis pesadillas fácilmente. Mi tía tenía las manos mirando al cielo y los ojos a la pistola que la apuntaba. En el recinto que estaba detrás del delincuente, dos leonas asiáticas tendidas en el suelo, inconscientes o, en el peor de los casos, muertas.

  • ¡Ni un paso más! O si no… – gritó, fingiendo cortarse el cuello con el dedo y mirando a Sofía.

Los agentes se quedaron quietos como estatuas, sin saber qué hacer. Detrás del delincuente estaba el hombre del carrito, podría decirse que más asustado que los policías. Le susurró algo a su compañero, como si le estuviese rogando.

  • ¡Niñeces! – En serio, ¿¡por qué!? – ¿Es que no sabes que no hay que tener compasión con los testigos?

Aquella frase me heló la sangre. Seguro que a vosotros también os habrían entrado escalofríos al oírla. Sobre todo, porque entre los testigos, no solo estaba mi tía, sino que también yo, y no mola nada que un hombre armado no vaya a tener compasión contigo simplemente por verle. Y creedme cuando os digo, que, por mucho que tuvieses un plan, salir de aquella situación victoriosa era dificilísimo; entre otras muchas cosas, porque el mero hecho de moverte haría que te disparasen.

  • Pero jefe, ¿no cree usted que matar a la guarda nocturna sería excesivo, teniendo en cuenta que ya la secuestramos para deshacernos de ella?
  • ¡Tú no escuchas cuando planeamos los planes de los robos! No la secuestramos para deshacernos de ella, si no que para que no tuviésemos que romper la máquina de la entrada para acceder al zoo y no tener que dejar pruebas.

En ese momento mire a la tía, para saber si pensaba lo mismo que yo. ¿Los ladrones – secuestradores no querían al tío para las cámaras de seguridad? Pero en vez de ver una mirada de comprensión o alguna parecida, vi que una lagrima resbalaba por su rostro.

  • Por favor, Mateo, no hay necesidad, ya nos han pillado y lo sabes. Si no ponemos resistencia quizás nos toquen pocos años de cárcel.
  • ¡Bobadas! ¡Nos van a tocar muchísimos años de cárcel! ¡Incontables! ¡Ya sabes los crímenes que hemos cometido, Luis! ¡Hemos hecho un intento de robo con las leonas y apuñalamiento a esta estúpida que nos seguía!
  • ¡No llames estúpida a mi hermana! ¡Nunca!