Noche en vela
Capítulo 3- ¡¿Pero, pero, pero, qué haces aquí?! – me pregunto él, sin saber si reír o llorar.
- Salvarte, ¿no es obvio? – le pregunté, un poco confusa por la cara de desaprobación que acababa de adoptar.
Pensé que se alegraría por ver caras de conocidos de confianza, pero parecía un tanto enfadado. Él no parecía estar seguro de si yo iba a ser capaz de salvarle, pero eso era porque no conocía nuestra arma secreta. El cuarto era grande, oscuro y húmedo, pero no fue un problema porque se me daba bien adaptarme a la falta de luz.
- No deberías haber venido, Nagore. – Parecía decepcionado, cosa que me ofendió porque me había costado un montón llegar hasta allí. Él me lo explicó todo:
- Estos ladrones son gente muy malvada, su plan es robar los leones del zoo para no tener que cazarlos en la naturaleza. –
Todo era muy extraño y no entendía nada, entonces, ¿para qué querían secuestrarle? Él me respondió antes de que yo pudiese preguntarle:
- Me secuestraron porque yo soy el único del zoo que sabe cómo desactivar las cámaras de seguridad y querían obligarme a hacerlo. – Él parecía más preocupado por mí que por él mismo. – Como me negué rotundamente a hacerlo me encerraron aquí hasta que supieran cómo obligarme. Ahora tienen una manera de hacerlo, te pondrán a ti en peligro y me exigirán hacerlo a no ser que quiera que acabes en la tumba.
Estaba muy serio, algo angustiado, pensativo y preocupado. Más preocupada estaba yo, ¡me iban a poner en riesgo de muerte! No había sido buena idea ir allí. No había solucionado nada, no había salvado a mi tío ni había puesto entre rejas a los secuestradores. Antonio seguía pensando, cuando tuvo una idea.
¿Has traído tu móvil? – preguntó, un poco más esperanzado.
- Pues claro. No soy experta en rescates, pero hasta ahí ya llego. – Le respondí, sin saber qué estaba tramando.
- ¡Perfecto! ¿Me lo puedes dar?
Yo asentí con la cabeza. Lo saqué de la mochila y se lo di. No estaba segura de qué pensaba hacer con él, ya que explicarle a la policía lo que estaba pasando era una opción arriesgada y seguramente no nos creerían. Mi tío era un genio de la informática y tan pronto como se lo di se puso a teclear. No parecía respirar mientras lo hacía, era muy raro.
- ¿Has venido con alguien aquí abajo? – preguntó, levantando la cabeza del móvil por primera vez en diez minutos. – Si es así, estamos salvados.
- Sí, he venido con la tía Sofía. –
A punto estuvo de que se le cayera el móvil. Los tíos se querían mucho y parecía preocupado por su esposa. No parecía muy contento conmigo y por un momento pensé que no había sido buena idea. Pero el tío sabía que no era momento de perder el tiempo. Sabía que, si queríamos salir de allí debíamos concentrarnos.
- Nagore, para decidir qué debemos hacer te pido que, por favor me lo cuentes todo – Era muy extraño verle tan serio, pero creía saber su plan. – Desde cómo te enteraste de mi desaparición, hasta como has llegado hasta aquí, pasando por cómo supiste que me escondían aquí. T-O-D-O.
Y así lo hice, se lo conté todo como él me había pedido. Me tome la libertad de contarle la extraña noche con mi familia el día antes de nuestra desaparición, porque quería hablarle sobre aquel tema. Permaneció en silencio toda la historia y hasta me felicitó por mi gran hazaña en el servicio masculino. Cuando le estaba contando lo que había encontrado el segundo día de investigación, me fijé en que estaba descalzo y en que no llevaba su placa. Eso quería decir que las pruebas que había encontrado eran verdaderas. Cuando terminé me agradeció mi dedicación para encontrarle. Estuvo pensando un tiempo y yo decidí que, si quería ser útil, debería empezar a pensar yo también: debía buscar alguna manera de salir de allí. Estuve más seria de lo que me habría gustado, pero tuve una idea:
- ¿Y si llamamos a la policía diciendo que nos hemos quedado encerrados en este cuarto? Cuando vengan, los secuestradores, si no quieren que les descubran, dejaran que nos liberen.
Entonces todo quedaría resuelto, excepto por un punto, no meteríamos a los secuestradores en prisión – objetó Antonio pensativo.
- A no ser que dejemos que los ladrones roben los leones y cuando intenten escaparse, les atrapemos. – Estaba muy feliz de poder proponer ideas, pero más feliz estaba mi tío de tener un plan.
- Perfecto, tenemos un plan, ahora solo hay que llevarlo a cabo. –
Y sin perder un segundo se puso a macar el 112. Le respondieron enseguida, y se puso a contarles lo que nos había sucedido. Les dijo que era un obrero de la obra de al lado del zoo y que había bajado a comprobar que todo estaba bien, cuando, de repente, algo o alguien le golpeó en la cabeza. Cuando se despertó estaba encerrado en un siniestro cuarto y no podía salir. Sé que era una historia difícil de creer, pero mi tío tiene un don para que todo el mundo le crea, diga lo que diga.
Después de la llamada telefónica a la policía, nos pusimos a esperar a que llegasen los agentes. Se nos habría hecho muy largo, sino fuera porque, no sé cómo, mi móvil tenía cobertura y pudimos ver vídeos graciosos de Internet. Fue muy gracioso, también vimos vídeos de manualidades desastrosas, jugamos a algún juego que tenía descargado y supimos dónde nos encontrábamos, justo debajo del baño masculino del zoo. Aquella fue la vez que mejor me lo pasé con mi tío, y eso que habíamos pasado buenos ratos en el zoo.
Estuvimos alrededor de 30 o 45 minutos, quizás un poco más. El tío, que hasta aquella espera había estado muy triste por distintas razones, parecía pasárselo muy bien y llegó a olvidarse de la tía Sofía o del peligro en el que estábamos. Los secuestradores no parecían oírnos, nosotros tampoco los oímos, pero era normal, ya que entre los vídeos y las risas hacíamos mucho ruido y, aunque hubiese caído un meteorito, no habríamos escuchado.
Tal fue el ruido que hicimos que, por muy estruendosa que fuese, no escuchamos la pelea que había tenido Sofía con los secuestradores para liberarnos. De repente, mi tía apareció en aquel cuarto, y nosotros tuvimos la misma reacción que cuando yo había hecho eso, nos sorprendimos y no supimos si reír o llorar.
- ¡¿Pero, pero, pero, qué haces aquí?! – preguntamos al unísono.
- ¿Cómo que qué hago aquí? Pretender que no os hagan lo que quiera que quieran haceros.
- Sofía, – empezó Antonio, que parecía estar pasando el peor día de su vida. – Hemos llamado a la policía, en cuanto vean que has dejado inconscientes a dos hombres, ¿cuál crees que va a ser la reacción de los agentes? –
- ¿Para qué habéis llamado a la policía si Nagore sabía que estaba esperando a que se retiraran para poder salvaros? – La tía parecía cada vez más enfadada, y yo quería intervenir, pero cuando los tíos discuten, da mucho miedo.
- ¡Porque nunca se retiran! ¡Siempre hay uno o dos vigilando el escondrijo! Por favor, Sofía. ¿Es que no te has dado cuenta de que has tenido que hacer que dos hombres perdiesen el conocimiento para salvarnos? – Ahora era el tío el que estaba superenfadado. – Y además, cuando vean que estamos libres pensarán que les hemos gastado una broma, o peor, pensarán que les habíamos encerrado y que al llamar a la policía les hemos dejado inconscientes para que no nos descubriesen.
- ¡Como siempre, si no se te ha ocurrido a ti, no es una buena idea! – Parecía que estaban haciendo un concurso para ver quién se enfadaba más, en el que, claramente, ganaba la tía.
- ¡Se me había ocurrido, pero enfréntate tú contra dos hombres que cada vez que los miras están armados con un arma distinta! – Ese último detalle me sorprendió.
- Pero tío, ¿no habías dicho que no pudiste verlos porque para cuando te despertaste del golpe en la cabeza ya te habían encerrado aquí? – Creo que hasta se sorprendieron de que me metiera en una de sus discusiones, porque, aparte de que apenas las tenían delante de mí o de Susi, cada vez que lo hacían delante nuestro, ninguna de las dos se había atrevido nunca a intervenir.
- Y es cierto, pero cada vez que me daban de comer o hacían un intento de obligarme los veía con un arma, pero nunca con la misma. – De momento Antonio parecía ir relajándose, pero la tía todo lo contrario.
- ¡Pero si tenías el móvil! ¡¿Por qué no llamaste, antes de que la niña llegara, a la policía?!
- ¡Porque me lo confiscaron!
Y así podrían haber seguido durante horas, si no fuese porque de repente se acordaron de que tenían que esconder a los hombres inconscientes, encerrarnos de nuevo y, la tía, esconderse. Estábamos cerrando la puerta con las llaves que tenían los secuestradores cuando llegó la policía. La tía fingió estar intentando abrir la puerta, porque no le había dado tiempo a esconderse antes de que llegaran los agentes.
Les sorprendió ver que a parte de un obrero de la obra, también estaba una niña en aquel cuarto. El tío les explicó que yo era su sobrina y que había ido a la obra para verme porque hacía tiempo que no le veía. Los policías parecieron conformes con aquella explicación, pero le aconsejaron que no volviese a meter a un niño o niña a una obra. Prometimos que no volvería a suceder y, por fin, salimos a respirar aire fresco.
El tío era el más emocionado de todos, por fin era libre.